Por @IroniaLd
México.- Apenas hace un año, justo en este mes nos invitaron a una fiesta a no más de dos horas en carro de la ciudad. Habíamos dispuesto tomar camino temprano ya que no conocíamos como llegar, nada de qué preocuparse ya que por suerte teníamos el gran invento del GPS y Google maps. Eran alrededor de las 3 de la tarde cuando salimos de casa, la verdad es que llevábamos buen tiempo a pesar de que aún nos faltaban atravesar la ciudad para poder salir a carretera. La boda del primo de un amigo, entiéndase que íbamos a la boda de alguien que no conocíamos, pero era una de esas fiestas típicas de un pueblo en donde nunca sobran invitados, alcohol y baile, diversión sana que teníamos ganas de experimentar
– Era una tarde lluviosa así que tanto Mía como yo sabíamos que iba a ser un trayecto en donde no iba a faltar el tráfico, aun así, íbamos con la mejor actitud dispuestas a disfrutar. Cuando llegamos a la salida de Naucalpan el tráfico seguía ya llevábamos más de una hora y la buena actitud de iba mermando, en verdad hubo un momento en el que pensamos en regresarnos, pero – bueno ya casi salimos, ya falta menos. La lluvia estaba lejos de quitarse, así que tomamos esa carretera que a los pocos kilómetros ya no nos estaba gustando, carretera federal que atraviesa a través de los cerros con lluvia que disminuía nuestra visibilidad. Tanto a mi novia como a mí, lo que nos sobraba era el sentido de responsabilidad, así que sabíamos que no teníamos que manejar rápido y poner especial atención en el camino, que cada vez se hacía más lleno de curvas.
– No lo vi, juro que no lo vi, siempre trato de ir de copiloto, despierta y llevando mi papel muy en serio. Se escuchó un fuerte golpe en la parte delantera y enseguida se sintió que habíamos arroyado algo –un perro – pensé, ambas gritamos de miedo y sorpresa, por instinto Mía freno… nunca lo hubiera hecho.
– El carro se coleo, derrapamos de lado y seguimos así por algunos metros, íbamos perdiendo velocidad, no se sentía tan grave, el vehículo aun cuando no lo estaba controlando seguía sobre el asfalto patinando. Justo cuando pensamos que ya había pasado y que todo iba a quedar solo como un susto, sentí como el vehículo empezó a caer por un barranco me aferre con una mano a la puerta y con la otra al cielo del vehículo, solo escuchaba los gritos que salían de nosotras con pavor, , el carro empezó a descender empezamos a dar volteretas, en cada una de ellas sentía más golpes en mi cabeza y los gritos de horror de mi compañera.
– El carro se paró de golpe y por un momento no sabía si eso iba a seguir o por fin estábamos a salvo. El silencio se hizo presente y me aterré, busque sin voltear la mano de Mia, cuando la tome suspire de alivio y al preguntarle que si estaba bien, no la escuche simplemente no reacciono, empecé a gritarle y cuando quise darme vuelta para buscarla con la mirada, sentí un terrible dolor en mi pierna, nunca supe en que momento, pero era evidente que estaba fracturada. La desesperación se apodero de mí y empecé a gritarle con un sentimiento que nunca había experimentado, estaba realmente asustada, ella no contestaba por su cara corría sangre, sabía que yo también sangraba
– Mis gritos fueron perdiendo fuerza hasta que llegó un momento en que solo me quede sentada tomando la mano de mi amada y viendo frente a mí solo árboles y una lluvia fuerte que parecía me estaba hipnotizando. No sé cuánto tiempo paso, pero por fin pude reaccionar, sabía que tenía pensar en algo, empecé a buscar nuestros teléfonos, por suerte mi bolsa seguía colgada de forma cruzada en mi hombro y no tarde en encontrar mi teléfono y pude marcarle a mi amigo, quien nos había invitado a la fiesta.
– – Miguel, ayúdanos, acabamos de tener un accidente y Mía no reacciona. Fueron minutos en donde realmente no sabía ni que hacer o hacer, solo recuerdo estar llorando aferrándome a la mano de mi novia, a los pocos minutos empezó a llegar gente del lugar, se acercaron y empezaron a querer ayudar. Las ambulancias no llegaban y la lluvia no ayudaba, alguien me dio una chamarra, agradecí con él alma porque estaba sintiendo el frio que me llegaba a los huesos, pero solo la sostuve un momento y le dije que se la pusiera a ella, les gritaba preguntando que, si estaba viva, cuando escuche que dijeron – sí, está viva – sentí un ligero alivio en mi alma.
– Al poco rato llego Miguel – ya vienen las ambulancias, como te sientes? – se quedó conmigo tomando mi mano mientras le relataba paso a paso lo que había sucedido, yo no soltaba la mano de Mía y no dejaba de preguntar a todos a mi alrededor que si seguía viva, empezamos a hablarle con la firme idea que ella nos escuchaba.
– Cuando por fin llegó la ambulancia sacaron primero a mía, tenía los pies prensados contra el tablero, pero algo hicieron con el asiento que pudieron sacarla sin tanto movimiento. No tuvieron tanta suerte conmigo ya que yo no estaba soportando bien el dolor, así que seguramente no fui una paciente tan bien portada como Mía.
– Mía murió unas horas después en el hospital, tenía diversas hemorragias internas y su cuerpo no resistió. Yo, a un año del accidente, aun uso bastón para poder sentirme segura al caminar, pero eso no es lo que realmente me tiene triste desde ese día.
– Mi vida se fue ese día, hoy vivo de una forma diferente, pero… aún vivo.